La magia de un temor que
se desvanece como un sueño que dulcemente acaricia el despertar del
amanecer por el ventanal. Tejiendo su dulce red, el pescador de
ilusiones, se prepara para salir, como cada noche en su barco de
irrealidad. A punta del alba, piensa, ha sido una noche fructífera
mientras devuelve su pesca al mar de la esperanza. Es hora de
levantarse. Hace su cama de 96 cm, y se viste, toma su medicación, y
baja a desayunar al bar en busca de contacto humano. El mundo está
empezando a cobrar color, después de años de vivir una vida en
blanco y negro, y eso, eso dibuja por primera vez en mucho tiempo una
sonrisa sincera en su rostro y no una mueca distorsionada. Saber el
camino no es lo mismo que recorrerlo, y hoy el pescador de ilusiones
lo está recorriendo, con un libro recién encontrado bajo el
brazo.
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