viernes, 17 de agosto de 2012

Mentiras.


La noche en que se equiparen el peso de la duda al peso de la vida, el día en que las mentiras no necesiten cuerpo y pese a ello las acaricie hasta convertirlas en mis amantes que, compasivas, me arranquen los ojos, ese día osaré redactar la carta de despedida que tengo atragantada a cada paso, en sueños y, entre línea y línea.

Un saxo balancea la nocturnidad de mi colección de pretextos para no ocultarlos. La indigencia de mi corazón no respeta su propia tristeza. Entre los escombros de una ciudad que nunca fue construida, los hijos no nacidos avivan un fuego redentor que con el que quemar viejas historias, viejos recuerdos. En una pared blanca un niño dibuja notas con un trozo de carbón. Mientras siga componiendo todo irá bien, se dice. Pensamientos atrapados en una puerta giratoria de doble sentido, que vergüenza, me han atropellado y llevaba tus bragas de anoche, cariño. Y llegó la lluvia. Y las notas se fueron desvaneciendo de la pared blanca, pero el niño siguió escribiendo entre lágrimas. Y de momento, todo va bien?

Los premios cada vez son más amargos, cada vez me hace menos caso cuando hago mis gracias, ya no me lleva a dar los paseos largos que solíamos dar y creo que este verano me va a abandonar mi dueño, ese que nunca he conocido, y seré un humano más abandonado de la mano de dios. 


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