Se derramó el tintero y apenas puedo distinguir mis propias
palabras, y no recuerdo que quería decir. Un sabor amargo recorre
mis venas, y mi alma se retuerce deformando mi mente, convirtiéndola
en angustia. Pido el comodín de la llamada, pero no coges el
teléfono. Vine a este mundo de forma prematura (unos cientos de
años) y por mucho que busco no encuentro el libro de instrucciones.
Mierda de abismo, la caída es tan alta que incluso tenemos el
supuesto privilegio de meditar acerca de como será el aterrizaje. Me
corto el pelo o me lo dejo largo? Fantasía o realidad, ayer conté
trece personas escribiendo en el móvil a la vez en el vagón en el
que iba. Retrocedo unos pasos para dejar pasar la muerte, que muy
coqueta me da las gracias. No es nada, digo yo con una semisonrisa.
No, lo siento, mis sueños no están en venta, pero tengo pesadillas
a buen precio, por ser tú, gratis, y de regalo te llevas, si
quieres, algún trauma infantil, tengo de primera calidad. Persigo el
prestigio del anonimato, y las circunstancias propicias para
cambiarme por el reflejo del espejo, mas siempre está atento a mis
movimientos. “Me gusta tu estilo transgresivo, mitad rabia, mitad
aburrimiento.” Me dijo un crítico que me acabo de inventar. Y yo
contesté : “Me has leído el pensamiento.” Pesada soledad de los
cojones, ya está otra vez enviándome un WhatsApp.
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