Seguir el rastro de
silencio que deja mi propio aullido cuando me atan a la cama. Una
madeja que se enreda alrededor de la sombra de un segundero tras la
cual me escondo de la luz cegadora de la negación. Arena
deslizándose sobre un bombo que martilleo con azar dibuja la silueta
de una calle muerta, de la cual espero verte aparecer en cualquier
momento. Un impulso espontáneo vuelve mi vista hacia la ventana. Me
levanto lentamente y arranco las cortinas, para descubrir un muro de
ladrillos de piedra aferrados a los cristales, que destrozo con el
puño, y la sangre fluye por mis manos. De regreso al bombo, ya no
hay azar y la arena dibuja una calle que se extiende más allá del
horizonte. Un contacto que nunca llega en una estación que nunca
termina. Como un sueño fatuo dando un paso hacia atrás al ver su
rostro en un lecho de agua estancada, maloliente y sincera. Mañanas
de improvisación en que el demonio azul aún duerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario