La silueta de un temblor
te atrapa en mitad de la noche en una habitación desconocida. No
logras recordar como has llegado allí. Susurros cruzan la estancia
como sombras en la oscuridad. Sientes la sensación de la caída
eterna del ahorcado. Una tristeza más profunda que tu alma recorre
tu espinazo. Un extraño sabor a ceniza atraganta las palabras que
nunca llegas a pronunciar. Recorres la estancia palpando las paredes,
parecen acolchadas. Y le pides a un dios en el que nunca has creído
que todo sea un sueño. Vuelves a la cama, cierras los ojos y
escrutas tu interior hasta caer en un sopor. Al despertar descubres
que tus plegarias fueron escuchadas, ¿por dios?, ¿por ti?, ¿o por
ambos? Abres la puerta, y prosigues construyendo la realidad.
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