Es difícil sostener la
cuerda de la que tú mismo pendes, ¡suéltate!. Es profundo el azar
en el que no creo. Mantener mi mundo en calma mientras se descompone
a pedazos la utopía. Encerrada en un trabalenguas mi voz interior
lucha por dar ordenes a los caballos que tiran de mi carro. Observo
tras de mi en el espejo del tiempo y veo la partida perfecta de Go,
donde cada jugada era predecible. Tal vez ha llegado la hora de
contar puntos y empezar una nueva partida, vencedor o perdedor, ahora
conozco al rival. Las alcantarillas de los sueños que no se
recuerdan desembocan en ríos de un subconsciente cargado de palabras
que nunca serán pronunciadas. Al mar de la duda lanzaré las
promesas olvidadas en una botella de ratafía. Esbozos cristalinos de
una torre imaginaria que luchamos por elevar por encima de nuestras
esperanzas. La rueca se detuvo creyendo oír un grito de auxilio, se
encogió de hombros, negó con la cabeza, y prosiguió con su
traqueteo. ¡Suelta la cuerda!
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