Un alma
de cristal rompiendo a martillazos su propio pedestal mientras la
cortina de espejo que lo rodea le incita, como un perro atado que
tira de una cuerda que sujeta él mismo. La cuenta adelante es
infinitamente dolorosa.
Se
derramó la intimidad sobre un montón de palabras inquietas sin
destino aparente. Mientras, en las antípodas de la cotidianidad, los
muros de contención de la fantasía cedían lentamente. Recuerdos
manufacturados recorrían las calles vacías de la ciudad muerta de
la última estación de la esperanza. El miedo dormía plácidamente
soñando con un mundo que se alejaba de si mismo. Un mapa en blanco
donde dibujar el destino y un par de zapatos robados a un muerto. Una
ventana al olvido que se cierra pillándome los dedos.
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