Engendrado de la
oscuridad, inventé juegos de oportunidades perdidas ocultas tras un
cristal opaco de mentiras y tendencias suicidas. Una colección de
canciones que siempre acaban mal nos alumbraban cerca del fuego que
nos iba consumiendo. Las palabras que inventé para eludir mi miedo
corretean por la habitación vacía donde aún ruge el bebe en un
tosco ataúd mitad sueño, mitad brisa. Y un cañón que dispara
silencio aterrador boicotea los gritos de auxilio del payaso que se
hunde en la boca del león. Pude elegir versos más bellos esta
mañana, pero no soy Neruda, y la vida está estrellada entre un
montón de juguetes olvidados. La rapidez con que mecen mi cuna me
hace olvidar que siempre acabo vomitando los pastos de la tierra que
arrasé. Mas aún soy capaz de sentarme y escribir toda esta queja, meláncolica y caótica, dirigida a la nada.
Atentamente, el payaso.
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