sábado, 6 de abril de 2013

el eco de Lázaro

Cansado de utilizar el mismo latiguillo en cada y una de mis emociones, guardo la sombrilla y dejo la playa desierta, desenmascarando al horizonte que no cansa de insinuar un miedo enfermizo, mitad tierra, mitad aire. Chasqueo los dedos al ritmo que marca mi corazón y me adentro en la complejidad de lo absurdo, en un mundo de cristal cargado de la resonancia de millones de manos ocultas a la espalda que van chasqueando los dedos, constantemente, de principio a fin, sin detenerse, pero por una vez solamente. Colgado de mis manecillas me dedico a bromear con unas prostitutas mientras nos pasamos la pipa en algún rincón de la noche. Alguien me susurró al oído que intentaron encontrar la madre en mi cadáver y sólo hallaron un silencio frío que hizo desaparecer al momento. Como no hago caso a rumores, me echo a reír y mis carcajadas cubren con su manto de indiferencia el cementerio cercano. Alguien llamó a una ambulancia, mientras un chico intentaba volver de Oz, con los bolsillos vacíos, como un eco que intenta devolver a la nada su silencio. Lázaro, hay días en los que sería mejor no levantarse.


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