Sentarse a contemplar temblar el hastío de la vela
que mantiene con vida la luz que alumbra las páginas del boceto de una
existencia cargada de angustia nacida de un interrogante. Deslizo mis dedos por
la silueta de un cuerpo imaginario que se insinúa entre suspiros, imaginando la
eternidad del silencio que sigue al insoportable portazo de la puerta que se
cierra para no volver a abrirse jamás. La lentitud de tu gesto en la fotografía
que no encuentro, la imagen de mi mismo que patética y dolorosa se resiste a
caer en mi propio olvido. Desmenuzando la magnitud, buscando la vertiente más
adecuada, la más acaudalada y aún así menos ruidosa, por donde escapar de esta
realidad que ya doy por fraudulenta. Basar una vida en la falta de esperanza,
caminar con los zapatos cruzados de pie por un camino de rosas. ¿Así empieza o
termina mi historia?
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