Tu
silencio eclipsa la verborrea de la perdición de mi mundo, y siento descender
rápidamente por mi medula espinal tu pestañeo. Presiento una despedida frente
al espejo roto, mientras una espiral de odio agita los años malgastados formando
un mosaico cargado de belleza y tristeza. Niños jugando a la botella mientra el
funambulista ciego cruza la tangente de sus recuerdos. Un suicida reuniendo
fuerza de voluntad en un reloj de arena. Flores muertas de un bodegón que
siempre soñé pintar adornan tu féretro, maldita hipocresía. Y casi alcancé tus
labios, lo recuerdo, fue un atardecer, el cielo rojizo, tú mirabas el horizonte
desde el porche, yo me acerqué por detrás y te abracé. Pero no tuve valor y ahora me he quedado
repitiendo el mismo movimiento esperando las tablas con el instinto de
supervivencia. Y sigo pensando en ti.
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