Ventanales
de madera golpeando la cristalera hasta romperla en pedazos que llueven sobre
mi angustia, la ventisca retuerce mis entrañas mientras en un rincón la niña
llora. En el sótano se ocultan los secretos que nunca confesaré, tiemblan los
colores en un estallido de percepción. Mutación repentina que devuelve la vista
a un mundo ciego, mientras enmudece la verborrea de la multitud. Basta con
creer en uno mismo. Ahora que el universo demuestra su procedencia. Olor a
transporte público a las 8 de la mañana, falsedad mientras jugamos a cartas
para matar el tiempo. La brisa que desaparece antes de llegar, y los caminos
que no llevan a ninguna parte, eran parte del juego, Quién es Quién? Lleva
gafas, pelo negro, existe, soy yo? La
ligera mudanza del desamparo nos llevo todo un sueño. Idealizar la levedad en
virtud de la carencia de sufrimiento, ummmm, todo un reto, idiota. Me voy al
dentista mientras me hago demasiadas preguntas.
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