Con
las raíces arraigadas en las entrañas de la culpa de una esencia que no me
pertenece y de la que soy arrendatario y testigo impotente lucho por
desenvolverme en un mar de corazones a los que envidio y temo. Las caricias de
la brisa del tiempo han llenado de surcos mi piel y de incomprensión mi alma. Me
desmenuzo a cada pensamiento mientras me abstraigo en cada circunstancia, el
terror de la hipótesis, el fragmento subrayado de un libro, la única pieza de
un rompecabezas que jamás ha existido. Un espejo hecho añicos que me recuerda
cada día que la realidad empieza dónde acaba mi miedo a existir. Rebusco en mi
cada vez más menguada colección de pretextos para seguir adelante...,
llenándome de angustia. Aquí estoy de nuevo con mi único interlocutor, el folio
en blanco esmaltado de tiempo, dejándose llevar por las alas de mi tristeza.
Vengaré el recuerdo de mi inquisitiva alma arrojándola al olvido, a la nada, y
envenenaré su último suspiro con comprensión. Espero algún día olvidarme.
Mientras tanto vagaré entre las tinieblas de mi conciencia, como un inútil.
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