Laberinto
de espejos donde, en rostros sin retorno, saltan a la vista secretos no
perdonados aún por desvelar. Mis pies descalzos confunden las rosas con las
brasas mientras camino en varias direcciones a la vez, mezclando la confusión
con la curiosidad y el desamparo. Arriba me observa un firmamento inaccesible
que no me atrevo a soltar. Miro el reloj y es más tarde que ayer. Debo afanarme
en construir un castillo de palabras donde pasar la noche. Aunque me despierte
el viento de la cotidianidad, llevándoselas con ella. Por hoy no va más.
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