De
la incertidumbre de los delitos de sangre de la duda nace la raíz de mi
desesperación, virtuosa y deforme, que se expande a lo largo de todo mi pequeño
mundo. Decidido a trasplantarla me dedico a escribir como un bufón al pie del cañón.
Destripo folios en blanco con la esencia de juguetes rotos y sueños difusos,
con mi mejor sonrisa, para hacer reír a princesas ebrias de cuentos por narrar.
Tendencia a las vías en el metro a las 8 de la mañana, y mis mejores deseos. Haciendo
cola en la tintorería, me pregunto como he llegado hasta allí. Mientras no me
toca sigo leyendo un libro que encontré en la calle. Al llegar mi turno,
entrego el resguardo, pago y me entregan un paquete. Nervioso, corro calle
abajo hasta llegar a mi desordenado estudio. Abro el paquete, y en el encuentro
una camisa de fuerza, respiro tranquilo, no había quedado ni una mancha de
sangre. Tengo que recomendar esta tintorería.
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