domingo, 7 de octubre de 2012

Nicolás



La muerte extendió su frialdad sobre el cuerpo de Nicolás como un manto de incertidumbre, como una suave caricia inacabada, como un recuerdo que nunca llega a tiempo. Aquel siete de octubre Nicolás cogió la tangente de un universo que lo dejó en el silencio de su propia ausencia llenando el vacío de comprensión sin sujeto. No hubo descenso a los infiernos, no hubo ascensión al cielo, no hubo. La televisión siguió emitiendo la programación prevista, y a su vez la televisión dejó de existir. Los gemidos de su perro molestaban a la vecina así que como no contestaba a la puerta, llamó a los mossos al tercer día. Acudieron, Nicolás abrió la puerta y pidió excusas, alegando que había estado muerto.

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