Un jurado sordo, te
sentaba tan bien el impermeable amarillo bajo la lluvia ácida, que
no reuní el valor para decirte que nuca te quise. Un tejedor de
sueños que ha perdido la esperanza me espera para que le cuente mi
secreto, pero temo haberlo olvidado al hacer el equipaje, ya se sabe,
con las prisas. Lo debí dejar colgado en el rincón oscuro de las
palabras prohibidas que no me pertenecen. Una sonrisa frozada al
entrar en mi sueño, y un delito por cometer, sentimientos por
experimentar fuera de mí. Nuna debiste caer desde tan bajo, no te da
tiempo a pensar. El buzón sigue vacío. La herida es mortal, necio.
El amanecer se da un paseo despertando cada ventana con un suave
tintineo de cotidianidad. Muchos no se levantaran nunca más, porque
el tejedor de sueños no sabe mi secreto, y su hilo es infinito y el
buzón está vacío.
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