Empezó a darle vueltas a
la soledad en sus manos, observándola desde todos los ángulos
posibles, confiriéndole distancia sin magnitud, moldeando su reflejo
hasta no distinguirlo de su ego. Entonces empezó a sentir una
extraña complicidad, una absurda comodidad. Sintió como alguien se
acercaba, oyó unos pasos, que se alejaban a la vez que se acercaban.
Una conciencia nueva empezó a cobrar vida. La soledad representa la
imposibilidad de replica, de cambio, pero ahí estaba él, para
reforzar su propio criterio o para variarlo según su experiencia.
Los murmullos, los pasos, no son más que tu propia compañía
siempre presente, dispuesta a ayudarte a avanzar por el angosto
camino del tiempo. Él, Tú, Yo, jamás estaremos solos, tan sólo la
nada es soledad. Y la nada no existe.
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