Alguien
apagó las luces mientras practicaba en la cuerda floja y pude oír
risas correr. Hay alguien ahí? Grité. Las risas se esfumaron como
un sueño al despertar, mas no desperté. Debía avanzar lentamente
por la cuerda floja a ciegas (no sé por qué este pensamiento me
resulto familiar). Dí el primer paso amparándome a todos los santos
pese a mi ateísmo. Una vez logrado, pensé: un paso menos,
tranquila, sólo quedan 5 metros. Debía mantener la calma. Un paso
más y de repente el silencio se vio quebrado por un estallido de
aplausos. En mi rostro se maquillo una sonrisa. Silencio de nuevo y
otro paso adelante. Respiré profundamente, cada vez más relajada.
Levanté el pie y de una chistera perdida surgió una paloma que
atravesó mi vista haciéndome perder el equilibrio y durante un
instante que duró toda una vida me tambaleé hasta que me precipité
al vacío. Las risas fueron creciendo hasta convertirse en una red
que amortiguó mi caída para dejarme lánguidamente en mi cama, donde
desperté feliz por primera vez en mucho tiempo y supe que estaba
embarazada.
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