domingo, 6 de mayo de 2012

silencio


Dormido en la locuacidad de la última palabra me maltrato a conciencia, y si puedo, inesperadamente. Trucos para el olvido de uno mismo. Indigente de la vergüenza, preparo discursos como peto para ocultarme de los sueños que me persiguen para recordarme que nunca se cumplirán. El salón se llenó de gente vacía, y mis mentiras sonaron mejor que nunca. No pude evitar vomitar al salir de la sala. Una chica me preguntó si me encontraba mal y las carcajadas brotaron espontaneas como una tormenta de insatisfacción. La pobre muchacha se alejó apresuradamente. No tuve tiempo de decirle que no tuviera miedo, que soy incapaz de hacer daño a nadie que no sea a mi mismo.

Sonaron los 10 despertadores de mi habitación perfectamente sincronizados a las 10 en punto. Hora de mi serie preferida. Lástima que no tenga televisor. Paré los relojes por orden de tamaño y me volví a meter en la cama a elaborar reglas para los juegos que invento para perder. Y la última palabra fue: silencio.

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