A
veces las noche son muy largas.
“La
respuesta que se desvincula de la pregunta, que la anula, que la
vacía de sentido. Esa es la respuesta que busco.” Dios se encogió
de hombros, y Charles volvió a su tetrabrick. Palabras negras que
blanquear con trivialidad, pensó mientras se acercaba a la fuente.
Saludó y fue saludado, pero aquí se le acabó la conversación, no
supo que decir. “Mierda de falta de espontaneidad, un día me
costara la vida, sino tiempo al tiempo”. Se dijo, alejándose como
una sombra. Se tumbó en su rincón, se cubrió con los cartones que
había preparado y se dispuso a dormir. Las noches a veces son
cortas, otras, en cambio, pueden ser muy largas.
Arrancando
mi tiempo con sus dientes de acero se asomaba desde mi ventana,
aquella bonita mañana de verano. Babeando recuerdos me miró
fijamente a los ojos, y me dijo: “Tranquilo, el sufrimiento ha
terminado. Relájate, mañana todo será diferente. No te resistas.
Es por tu bien. No poseas nada y lo poseerás todo.” Y el universo
se plegó sobre si mismo, dejándome durante un instante en el más
absoluto vacío. Un instante, una eternidad. Todo empezó a cobrar
consistencia, cuando Verónica empezó a darme golpes para que
despertará. Ya eran las seis de la mañana. Tenía que ir a trabajar
a la oficina. Eche cálculos que de sobra sabía hacia donde
decantaría el resultado y pensé si me daba tiempo de hacer el amor
con mi esposa antes de salir para el despacho. Así que llegué
tarde, pero de algo sirve ser el jefe, después de 8 años escalando
posiciones, comiendo pollas y dando por el culo.
Me
bajé del coche y un vagabundo llamado Charles me pidió unas monedas
para un poco de comida Don Simón. Y me lo saqué de encima
lanzándole unos cuantos céntimos unos metros más allá.
A
veces las noches son muy largas.
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