Un cansancio incómodo de
llevar, un lamento algo desconcertado que se acurruca a mis pies.
Ansiedad lamiendo mi espina dorsal en estallidos de vacío. Ordenando
este silencio ensordecedor en una estructura precaria que poder
destrozar con un acto aún por concebir. Practicando en el trapecio
el número final, en soledad, lejos de los fríos aplausos de un
público que olvidó la empatía, como el diccionario. Cuelgo en la
nevera con un imán en forma de fresa la lista de razones para
mantener la voluntad viva. Cuento los granos de arena de un reloj
para poder perder la cuenta. Preparo la maleta para no ir a ningún
sitio y no logro cerrarla. Oculto en la sombra que me da un mal
presentimiento, tiemblo tan deprisa que parezco inmóvil. Este efecto
debe tener algún nombre que desconozco. No encuentro mi lugar, me
vas a ayudar, Nuria?
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