Oculto tras el peso de la
pena, en un suelo encharcado, arrastraba sus pasos el protagonista,
simulando una sonrisa, más falsa que mi felicidad. Grupos de
personas se intercambiaban palabras vacías para un cuerpo aún
presente. Por un momento en un esfuerzo absurdo intento concebir la
inexistencia, evidentemente inútil, lo único que logró fue soltar
un chorro de vómito a los pies de un ciprés. Nadie lloraba, nadie
dijo grandes frases, simplemente se despedían de una vida que había
dejado mal sabor de boca y un extraña sensación de desperdicio. El
protagonista ardía lentamente desde un interior que aún se
preguntaba que estaba sucediendo. Un reflejo en unas gafas de sol,
una tristeza que durante años intento eludir en vano, un traspiés
en la línea de meta. Poco a poco los visitantes se fueron marchando,
primero acercándose al hoyo para luego alejarse para siempre. Él
llegó justo a tiempo para escupir sobre su propia tumba.
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